Tenía buen recuerdo de alguna pachanga televisada de los Harlem Globetrotters de mis tiempos más jóvenes y aproveché que venían a Vancouver para presenciar su espectáculo baloncestístico-festivo en vivo. La experiencia resultó muy divertida y me permitió conocer de primera mano el Rogers Arena, el principal pabellón deportivo de la ciudad.
Los Harlem Globetrotters fueron en sus primeras etapas, allá por los años 20 del siglo pasado, un equipo de baloncesto serio con bastante éxito. Como, al parecer, les costaba encontrar rivales de entidad y casi siempre ganaban con comodidad, su responsable decidió pasarse al más rentable (en aquellos tiempos) mundo del espectáculo y pasar de ser un club deportivo a un grupo de comediantes que, en lugar de partidos convencionales, ofrecían representaciones.
Hoy recorren todo el mundo con su espectáculo que, aunque es verdad que tiene el baloncesto como base fundamental, ha dejado de parecerse muy poco al juego en serio. Eso sí, los espectadores -sobre todo los niños- lo disfrutan muchísimo.
Al principio del espectáculo todo se presenta de un modo formal, casi hasta dramático. Aparece sobre el campo un presentador con una copa enorme que anuncia que lo que se juega ese día es la final del World Championship y que el que la gane tendrá derecho a defenderla el año que viene. Es más, insiste mucho en que si los Harlem Globetrotters pierden, no volverán a jugarla nunca más. Aprovecha también para presentar a los rivales, los International Elite, teóricamente salidos de una eliminatoria mundial para buscar un aspirante que juegue contra los Globetrotters la final del campeonato y que, en realidad, son un grupo de jugadores con ciertas dotes para el baloncesto, pero que básicamente saltan al campo como actores.
De ahí, la presentación de los jugadores de los Globetrotters que empiezan haciendo malabarismos en el centro del campo para ir calentando el ambiente. Los perfiles son de todo tipo: desde el capitan, Big Easy, que es el que lleva la voz cantante del espectáculo en la pista, hasta Scooter- que es el payaso-, pasando por Hops– un jugador blanco especialista en grandes mates-, TNT -una baloncestista tremendamente habilidosa con el balón jugando con el balón en el suelo- u otros perfiles como el pivot altísimo que pone los tapones sin saltar o el tirador que lanza la bola a bomba desde su campo y la encesta limpia. Cada jugador tiene su perfil y su personalidad y cada uno de los espectadores tendrá su favorito, aunque Big Easy es el capitán y el centro de todo.
El árbitro, que también forma parte del espectáculo haciendo de persona seria al que desquician los jugadores, presenta también las dos normas diferentes del reglamento: hay un banquillo de jugadores excluidos donde se envía por unos minutos a los que dan problema y los cuatro círculos que hay junto al medio campo que, en los tres últimos minutos de cada cuarto, valen cuatro puntos.
Y, por supuesto, el himno nacional que aquí se interpreta antes de cada partido.
Comienza el espectáculo
Y ahí se acaba todo lo serio, porque a partir de entonces todo es un cachondeo.
Ya desde las primeras jugadas podemos ver como los jugadores se pasan el balón de uno a otro sin parar y haciendo malabarismos y como muchas de las reglas del baloncesto serio parece que se han olvidado: se retiene el balón con el pie, los pasos no se cuentan… Evidentemente, las defensas también dan facilidades, los puntos se anotan rápido y los mates son espectaculares.
Pero, entre punto y punto, llegan las gracias. De repente, el capitán de los Globetrotters le roba un balón al lanzador de los tiros libres, el árbitro se enfada y le expulsa. Como los dos llevan micrófonos, podemos escuchar sus conversaciones y sus chistes. Luego expulsa a otro más y quedan jugando cinco contra tres. Aun así, los Globetrotters mueven la pelota como quieren por el campo.
De repente, también, el partido se puede parar y sale la mascota del equipo a bailar a la cancha o, en mitad del juego, un jugador de los Globetrotters le arranca de un tirón la ropa a un rival que sale huyendo despavorido hacia el vestuario. Los jugadores se suben unos encima de otros -da igual el equipo en el que jueguen- para machacar y alguien cree que la mejor manera de cortar una racha buena de tiros de cuatro puntos del equipo visitante es sentarse encima del aro en pleno partido.
Claro está, el árbitro se desespera, expulsa a jugadores y grita mucho, pero nadie le hace ni caso y, en un determinado momento, lo único que consigue es que le toquen el culo en mitad del partido. Un desastre.
Y más cosas: De repente sacan a algún niño del público a hacer un truco o a lanzar a canasta y, de paso, tontean un poco a la madre y pican al padre o dos jugadores de los Globetrotters se enfadan y se persiguen por las gradas lanzándose vaos y cubos de agua, todo esto en mitad del partido. Eso, por no hablar de cuando los rivales se cansan de las chorradas de Big Easy y le bajan los pantalones en mitad del partido dejando ver unos calzoncillos rosas de Barrio Sésamo o de cómo durante el tiempo muerto los niños del público saltan a la cancha para bailar el YMCA con los jugadores.
Es un espectáculo más circense que baloncestístico -aunque algunos tiros exteriores o mates tuvieron muchísimo mérito- pensado sobre todo para los niños, que son los que más disfrutan. Además, luego pueden acercarse a los jugadores, pedirles autógrafos y hacerse fotos con ellos. En definitiva, una fiesta familiar.
El Rogers Arena y los Vancouver Canucks
El espectáculo me sirvió también para ver por dentro el Rogers Arena, el principal pabellón deportivo de la ciudad, donde juega sus partidos en casa el equipo de hockey sobre hielo de los Vancouver Canucks -de la NHL, la liga profesional de Estados Unidos (en la que también compiten varios equipos de Canadá)- y en el que se jugaron los partidos de hockey sobre hielo de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010.
Los Canucks son, posiblemente, la institución más querida de la ciudad y los días de partido es habitual ver a aficionados con ropa del equipo por las calles de Vancouver. Los bares se llenan para ver los partidos y la pasión se dispara a medida que se acercan los play-offs. Sin duda, el hockey sobre hielo es el deporte más popular no sólo en la ciudad, sino en todo Canadá.
En Vancouver hay sólo dos equipos en las ligas deportivas profesionales estadounidenses. Unos son los Canucks, de hockey sobre hielo y otros son los Whitecaps, de la MSL de fútbol. La NBA estuvo en la ciudad unos pocos años, ya que la franquicia de los Grizzlies (ahora en Memphis) tuvo su primera sede en Vancouver. Hay un equipo de fútbol americano, los British Columbia Lions, pero juegan en la liga canadiense.
El Rogers Arena está situado en el Downtown, junto al estadio de fútbol BC Arena. Tiene capacidad para unos 18.000 espectadores y resulta un pabellón amplio y muy cómodo. Destaca el tremendo videomarcador que cuelga sobre la parte central de la pista y toda la inocografía e imágenes relacionadas con los Canucks que hay en su interior.
Lo mejor para disfrutar de su ambiente es verlo durante un partido de los Canucks, pero no siempre hay entradas, es caro y la temporada es limitada, por lo que también se puede ver con otros espectáculos o con los tours organizados por los propios responsables del pabellón.
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