Desde hace unas semanas estoy en Toronto, donde me he encontrado con una de las ciudades más multiculturales del Mundo y con otras muchas experiencias que voy a ir contando en las próximas semanas. Una de las primeras cosas que hice, aprovechando que la temporada de la NBA estaba ya acabando, fue ir a ver un partido de los Toronto Raptors. Una auténtica experiencia de deporte profesional norteamericano.
En Toronto, la gran debilidad de la ciudad es el equipo de hockey sobre hielo, los Maple Leafs (Hojas de Arce traducido al castellano). Aunque, dados los resultados de las últimas temporadas, de la gran debilidad se ha pasado a la gran vergüenza. No obstante, el desastre deportivo no impide que el pabellón -el Air Canada Centre que comparte con los Raptors de la NBA- se llene en cada partido y que los precios de las entradas que quedan disponibles sean muy elevados.
En un segundo plano de popularidad está el equipo de béisbol, los Blue Jays -el único equipo de la MLB en territorio canadiense- y los Raptors. También hay un equipo de soccer -lo que en europa llamamos fútbol- en franco crecimiento, aunque también en una temporada desastrosa: el Toronto FC. El fútbol americano no es tan popular en Canadá como en Estados Unidos, pero hay una liga canadiense donde juegan los Argonauts.
Por tanto, la gran experiencia deportiva de Toronto es ver un partido de hockey, seguida a cierta distancia de los Raptors y el béisbol. Pero, claro está, no todos los deportes se juegan en la misma temporada. El hockey y el baloncesto coinciden en la temporada de otoño-primavera, mientras que el béisbol y el soccer son deportes para la temporada de primavera-otoño.
La NBA en Toronto
En el caso de la NBA, la temporada 2011-2012 ha sido muy atípica por la huelga de jugadores, lo que hizo que empezara más tarde y el calendario estuviera mucho más concentrado. Esto ha supuesto, en algunos casos, una situación similar a la del béisbol, con equipos jugando cada dos o tres días en su cancha. Como Toronto tampoco ha estado fino en baloncesto este año, la recta final hacia los play-offs ha sido bastante insulsa y han abundado las entradas a precios económicos. Así que aprovechamos una de estas ofertas -un partido contra Denver un lunes por la tarde- para comprar una entrada por 12 dólares y acercarnos al pabellón a ver uno de los últimos partidos de la temporada.
Lo primero que nos llama la atención es el pabellón en sí. El Air Canadá Centre es el pabellón principal de deportes de la ciudad y los Raptors lo comparten con los Maple Leafs de hockey. Parece imposible que dos equipos de deportes tan diferentes puedan compartir un mismo pabellón, pero así es. Sobre la pista de hielo se coloca una enorme plancha de caucho y, sobre ésta, se monta la pista de baloncesto. Eso permite cambios rapidísimos de fisonomía del pabellón. Por fuera destaca la impresionante pantalla de televisión que ocupa una de las paredes del edificio y en la que podemos ir viendo la previa al partido antes incluso de entrar al pabellón.
Lo malo de compartir el pabellón con un equipo más querido en la ciudad son los detalles que lo hacen extraño. Por ejemplo, las banderolas de los títulos colgados del techo del pabellón, las fotografías promocionales que aparecen en el mismo o las tiendas que venden por igual camisetas de uno u otro equipo. Pero con el público entregado, se supera el hándicap.
Una de las cosas curiosas es que, durante los minutos previos al partido, los pasillos del pabellón son un hervidero de gente. Hay decenas de puestos de comida rápida, pequeños bares, tiendas de artículos deportivos y stands promocionales de diversos productos y servicios que hacen que la gente llegue antes al pabellón y se dedique a recorrer sus pasillos, a tomarse el primer perrito o los primeros nachos de la noche y hasta a comprarse alguna camiseta de su jugador favorito.
El resultado de todo esto es que, hasta que empieza el partido, hay más gente en los pasillos que en las gradas. Incluso durante la interpretación de los himnos nacionales de Canadá y Estados Unidos -siempre antes de cada partido, unos 10 minutos antes del comienzo- la mayor parte del público aún no se ha sentado en su localidad. Luego, durante la presentación del equipo es cuando la gente empieza a ocupar sus asientos.
El partido de los Toronto Raptors
¿Y en qué se diferencia ver un partido de la NBA de uno de cualquier liga europea? Pues, aparte de en la calidad de los jugadores y en pequeños detalles de tiempo y reglamento -como los 12 minutos por cuarto en lugar de 10-, en pequeños detalles que hacen la experiencia un poco diferente.
El enorme marcador colgado sobre el centro de la pista, es de las primeras cosas que llaman la atención al entrar en el pabellón. Evidentemente, sirve para mostrar el resultado y las estadísticas, pero también presenta las repeticiones de las jugadas y toda una realización televisiva del partido. Es fantástico poder ver una jugada interesante y encontrarla repetida unos segundos después en una pantalla gigante de alta definición. No sé lo que pensarán los árbitros de ello, pero es como estar viéndolo en casa por la televisión.
La otra gran diferencia es el sonido de acompañamiento. En Europa, el ruido de las canchas es, básicamente, el que puede hacer el público o el de las interrupciones del speaker en momentos para anunciar los autores de los tantos o los cambios. Aquí, es muy frecuente que al comienzo de las jugadas empiece a sonar música por la megafonía a todo volumen mientras se desarrolla el juego. Personalmente, me saca de quicio, aunque hay que reconocer que le da al partido una banda sonora inesperada ante un público que, salvo en momentos concretos, estaba bastante frío.
Y es que a ello contribuye mucho la comodidad del pabellón. Asientos amplios y cómodos en los que se ve muy bien el partido desde prácticamente cualquier zona de la grada y donde, incluso, dispones de servicios de camareros que te llevan al asiento lo que hayas pedido. Es como cenar viendo el baloncesto.
De los palcos VIP, muchos y muy repartidos por todo el pabellón, tampoco hace falta hablar, con su catering y sus televisiones particulares. En nuestra zona de la grada, incluso, al subir por las escaleras mecánicas nos encontramos con la entrada a los palcos VIP de una compañía informática que tenían, incluso, su propia recepcionista.
El alcohol también juega
Otra diferencia importante es la posibilidad de tomar alcohol en algunas secciones del pabellón -a la hora de comprar el billete te dicen si estás en una zona donde se puede beber o no-, que da lugar a imágenes insólitas en Europa, como la de un grupo de amigos bebiéndose una copa de vino blanco en mitad de la grada.
Y, aunque no nos demos cuenta, el alcohol también juega un papel importante en el partido, ya que los aficionados son mucho más propensos a animar al equipo en el último cuarto, tras dos cervezas, que al comienzo. Si no, que se lo digan a la que estaba sentada a mi lado en la segunda parte, que llevaba una borrachera monumental y a los que nos rodeaban y le jaleaban, no menos borrachos.
También llama la atención la vida del descanso, en el que casi todo el público sale a los pasillos del pabellón y los convierten en un centro comercial improvisado. Desde muchas partes del mismo se puede seguir el partido por televisión- incluso hay monitores en los cuartos de baño- y lo más curioso es que hay gente que prolonga su estancia en los pasillos hasta bien entrado el tercer cuarto.
Es más, dentro de los pasillos del pabellón hay un bar deportivo con muchos monitores donde puedes seguir el partido que se está jugando a 50 metros por televisión o cualquier otro evento que se dispute a la misma hora. Sorprendentemente, al comienzo del tercer cuarto la barra seguía reuniendo a bastantes aficionados que pasaban de ver el juego.
Durante los tiempos muertos, el espectáculo continua. Desde las típicas cheerleaders hasta los juegos patrocinados por diferentes compañías, pasando por el lanzamiento de camisetas o los cámaras y animadores que se acercan a los espectadores para interactuar con ellos mientras todo el pabellón lo ve por una pantalla gigante.
El juego, casi lo de menos
El partido casi era lo de menos, aunque tenía muchas ganas de ver a José Manuel Calderón dirigir al equipo. No era el único, ya que en la zona de la grada donde me encontraba escuché hablar en español a varias personas y, en la grada que tenía frente a mí, había también una bandera española. Toronto es una ciudad multicultural y en la historia del equipo ha habido bastantes jugadores europeos. En la actualidad, aparte de Calderón, juegan el italiano Bargnani y el lituano Kleiza.
Los Denver Nuggets se estaban jugando las posibilidades de play-off y el partido fue bastante equilibrado durante casi todo el tiempo. Sólo al final un par de triples de Bargnani resolvieron la situación y Toronto acabó ganando con cierta comodidad.
Personalmente, la experiencia de ver deporte profesional norteamericano en directo me parece que va mucho más allá de lo deportivo. Es una experiencia de ocio que se puede vivir en familia y entre amigos y que, aunque no se disfrute del juego, resulta muy atractiva para el visitante. Quien pase por Estados Unidos y tenga la oportunidad de disfrutar de uno de estos espectáculos, que no dude en hacerlo.
Desde el punto de vista europeo, puede parecer que todo lo que rodea al partido le quita interés al juego. Es cierto que no es lo mismo acudir expresamente al pabellón a ver un partido, momento en el que todo tu interés está concentrado en lo que pasa en la pista, que ir a tomar una cerveza, darte una vuelta por el pabellón, comer un perrito caliente y pasar por las tiendas del equipo mientras ves un partido, sobre todo si tu equipo no se juega nada. Pero también es verdad que en lo que se refiere a calidad deportiva, comodidad del pabellón y experiencia de ocio, dan mil vueltas a lo que podemos vivir en la gran mayoría de nuestras competiciones deportivas.
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