Los sitios extremadamente turísticos a veces esconden pequeñas sorpresas como la que nos encontramos en la ciudad canadiense de Niagara Falls, junto a las Cataratas, donde -a pocos minutos del bullicio de su turismo masivo y sus casinos- nos encontramos con una cara de una decadencia que tiene un punto fascinante.
Niagara Falls (Ontario, Canadá. No confundir con la localidad del otro lado de la frontera estadounidense) está indiscutiblemente ligada a la proximidad de las Cataratas del Niágara y a su condición de ciudad fronteriza entre Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, su centro urbano no nació junto a las mismas, sino cuatro o cinco kilómetros al norte, siguiendo el curso del río Niágara -más que un río, en realidad un estrecho que comunica los lagos Eyre y Ontario- más cerca de los primeros puentes construidos en la zona entre Estados Unidos y Canadá que de las propias Cataratas.
El paso del tiempo, sin embargo, se ha llevado el brillo desde el antiguo centro urbano de Niagara Falls a otra localización mucho más cercana a las mismas, donde se han construido casinos, hoteles de lujo y centros de ocio para disfrute de los miles de turistas que la visitan cada día. Sin embargo, a los viajeros curiosos les gustará salirse de la ruta establecida y disfrutar del contraste de un centro histórico casi parado y decandente, con edificios abandonados, calles vacías y, en el mejor de los casos, algún motel económico que recuerda más al de la película Psicosis que al Sheraton de las Cataratas.
La mayor parte de los turistas llegan a las Cataratas del Niágara en tours o excursiones organizadas y se llevan únicamente la imagen de lugar turístico. Pero no es raro que los viajeros independientes pasen por este centro histórico, ya que tanto la estación de autobuses como la de ferrocarril están allí, pero sí es raro que se detengan en la zona más tiempo del necesario. La mayor parte de ellos emprende inmediatamente a pie, en taxi o en autobus urbano el trayecto hacia las Cataratas, dejándolo de lado.
En nuestro caso, alojarnos en el albergue de Hostelling International de Niagara Falls nos sirvió para conocer esta otra cara del pueblo turístico: decadente, vacía, atrapada en diversos puntos del pasado y casi ruinosa en algunos lugares para formar un contraste insólito con el bullicio y la modernidad que se viven cuando se caminan cuatro o cinco kilómetros más junto al cañón del Niágara hasta llegar a las legendarias cataratas.
Ghost Walk por Niagara Falls
Alguien inteligente se dio cuenta, además, que el aspecto ruinoso y las leyendas de aquel centro histórico decadente también podrían ser interesar a algunos de los millones de turistas que visitan la zona y tuvo a bien crear lo que llamamos un Ghost Walk un tour fantasma de la ciudad en el que hablar de los años dorados de la ciudad y, sobre todo, de las leyendas y los misterios que la marcaron.
Así pues, nos reunimos con Linda -nuestra guía, ataviada con una capa roja y un farolillo- al anochecer en la calle principal del pueblo que, para variar, estaba tan vacía como en las horas centrales del día. De allí, nos fue conduciendo por algunos de los edificios más representativos del pueblo contándonos algunas de sus historias más misteriosas o escabrosas o, simplemente, hablándonos de su pasado.
Comenzamos en el moderno edificio del Ayuntamiento, con su rocambolesca historia de cómo hace algo menos de 15 años alguien que creía que las Cataratas le enviaban mensajes entró un día a la oficina del alcalde para intentar matarlo.
Pasamos por el solar de unos antiguos almacenes donde los empleados y compradores decían haber tenido exactamente la misma pesadilla con una mujer en un vestido de novia y por antiguos hoteles y casas donde, en los años 20 del siglo pasado, los gangsters de la época tenían sus particulares negocios de ocio y alcohol desafiando a la temperance: una versión más suave de la ley seca que imperaba al otro lado del río.
Nos detuvimos también frente a hoteles abandonados, escuchamos las andanzas de diferentes perturbados que pensaban que las Cataratas querían decirles algo, revivimos algunos robos legendarios y crímenes sin resolver e incluso conocimos el papel de algunos habitantes de la ciudad que ayudaron a los esclavos a escapar de Estados Unidos y cómo aún hoy hay quien detecta actividad paranormal en la casa donde se les acogía.
Y, también, cómo no, hubo tiempo para las historias de los funambulistas que probaban su suerte y buscaban fortuna cruzando el río Niágara sobre un cable o qué pasó con aquellos que, por temeridad, locura o accidente, acabaron cayendo por las cataratas.
Todo ello, mientras pocos metros detrás de nosotros nos seguía un tipo con gafas oscuras y aspecto de gangster que nos miraba con cara de pocos amigos mientras dejaba hacía chocar unas monedas que llevaba en la mano.
Nos fuimos de Niagara Falls con un buen sabor de boca y con la sensación de que- cuando esperábamos encontrarnos únicamente con las impresionantes Cataratas del Niágara- descubirmos casi sin quererlo una historia, unas imágenes y una experiencia personal que pasa desapercibida para los miles de turistas que la visitan cada día.
Também me assustei com a decadência da cidade. Estive lá em 2019.
Tentei pesquisar o porque deste abandono mas não encontrei nada.
O contraste do turismo com sua própria receita economica e a pobreza da cidade me deixou bem curiosa.
Abraços
Zenaide